viernes, 13 de noviembre de 2009

Aquella, mi pequeña Marilyn

(Publicado en Balcei, Julio de 2007)

Cayó hace algún tiempo en mis manos un ejemplar de BALCEI de Julio de 1998. En él se leía un artículo que llevaba por título “Y Marilyn tocó el oukelele” y la gracia del mismo, si el lector tuvo a bien conceder que la tenía, residía en una discutible selección de diez películas que al autor le apetecería ver en la magnífica y experimentada pantalla de la Sala Alcor 82. Escribía el escribidor que eran diez apuestas por el cine, en grande, en serio, en memoria, por lo imposible del desafío, pues en pocos templos del Séptimo Arte podría el espectador degustar la ácida ternura de “Tiempos Modernos”, la terrosa majestuosidad de “Lo que el viento se llevó”, la maniatada sensualidad de “Casablanca”, la extensa virilidad de “El hombre tranquilo”, la inacabable alegría de “Cantando bajo la lluvia”, el acerado misterio de “La noche del cazador”, la inocente insurrección de “Rebelde sin causa”, el melódico humor de “Con faldas y a lo loco”, el vidrioso discurso de “Viridiana” y la melancólica ilusión de “Bienvenido Mr Marshall”. Lo escribía y no dudo de su sinceridad o, al menos, de su deseo. Y ocho años después recojo la idea y la completo con otras diez propuestas. Lo dijo Wilde:” Puedo resistirlo todo menos la tentación”.

Daríamos una primera vuelta a la manivela para ver “Indiana Jones y la última Cruzada”, por su frescura, por los diálogos entre Connery y Ford y por el atrevimiento de sus escenas de acción. Diríamos que “El gran Dictador” sigue constituyendo la más firme de las voces contra la barbarie. Pondríamos en pantalla “La gran evasión”, por ser el más ancho de los cantos a la libertad. Descenderíamos al lado oscuro de la fuerza para pulsar el botón del arma que acabe con la Estrella de la Muerte en “La Guerra de las Galaxias”. Bordearíamos las aceras del amor primerizo para caminar “Descalzos por el parque”. Rasgaríamos nuestras guitarras de adolescentes para cantar en la azotea de nuestro recuerdo ‘Get back’ en “Let it be”. Suspiraríamos ante la inteligente belleza de Redford y Newman en “El golpe”. Ensancharíamos nuestros pechos al respirar el aire rojo de “Bailando con lobos”. Convertiríamos nuestro recelo en manos abiertas al ver a la Hepburn y Tracy en “Adivina quién viene esta noche” y le propondríamos a cualquier geniecillo de la cultura que se abrazase al gran Wells al contemplar la maestría de su “Ciudadano Kane”. Todo eso haría. Todo.

Juan Antonio Pérez-Bello

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